Iroko se baila con un lindo bastón todo revestido de collares y una escoba adornada de cuentas rojas y blancas. Este santo que se adora en la ceiba pertenece a la rama de Naná Burukú y de Ayánu, San Lázaro, lucumí y arará. "Y no baja Iroko, como Oro, el que ronca": se le sacrifica un torete que pasean alrededor del árbol los santeros, con velas encendidas, antes de degollarlo. Entre tanto, le sacrifican gallos, gallinas, patos de la Florida y guanajos blancos. Todos los meses se le ofrecen pollos blancos. Otros pretenden que la ceiba le pertenece, no a Abanlá - la Virgen Purísima -, sino a Aggayú -- "el Brazo Fuerte" -, pero se está de acuerdo en que todos los orishas "van” a la ceiba, y a Aggayusolá, a Changó, a Náná, a todos, se les adora en la ceiba; y a Dádda Awuru Maggalá - Gebioso -, el Changó Mayor de los ararás.
"Fortuna-Mundo" y "Niña-Linda" le dicen en el campo los mayomberos "por cariño, para chiquearla", y se supone que "como es santa y está bendita nunca se utiliza para nada malo"; "la ceiba llora lágrimas cuando le proponen una maldad", esto es, que cuando rezuma el tronco, quiere decir, le advierte al brujo: "no hagas ese mal, que no le aprovecha a tu alma". Pero... Dios da permiso para todo. "Dios dice: cosas de los hombres que a mí ni me van ni me vienen. Allá se las hayan, que yo no me meto en nada". De modo que la ceiba "lo mismo mata que da la vida". Con su poder se obtiene todo, y todo consiste, como sabemos, en pagarle su derecho.
Existe una ofrenda que parece ser decisiva para ganarnos la buena voluntad y el auxilio de Madre Ceiba. Se salcochan dieciséis huevos, se hace en la tierra, bajo el árbol y en dirección al naciente, una cruz con manteca de cacao. Sobre esta cruz se van colocando los huevos desprovistos de la cáscara y se repite la misma petición cada vez que se le ofrece uno. Por último se le dice: "Deseo que en tantos días me concedas lo que te pido", (“porque es prudente fijarle un término"...) y todavía será más eficaz el ruego, y el resultado plenamente satisfactorio, si junto a cada huevo se coloca un centavo viejo. "Para que un enemigo se tranquilice y no nos haga más daño, se salcochan cuatro u ocho huevos, se untan de manteca de cacao, aceite de almendra y bálsamo tranquilo, se tapan con algodón, y cuando la tarde declina, se llevan y se colocan entre las raíces de la ceiba y se llama a quien se quiera tranquilizar. Se habla con Obatalá que está allí en su mismo trono, y ella, la apaciguadora, se encarga de amansar y hacer variar a ese enemigo".
"Una hermana de Oyá, muy delicada, que se tiene en cazuela de barro, representada por dos caracoles torneados de nácar, vive al pie de Iroko, y come (recibe el sacrificio) sobre una mesa."
"Madre de todas las prendas, le da sombra a todo el mundo, ampara al que le implora. Sin Sanda-Naribé no hay nganga”.
Además de los muertos que van a posar en su fronda, y de todos los orishas, mpúngus, inkisos o nkitas y nfúmbis, "hay en ella un fodú (vodu) potentísimo que se llama Bóku", (arará). También lo encontramos en la palma real. "Iroko, Bóku, Lóko... son santos que radican en la ceiba".
- Buenas tardes, Madre Ceiba, la bendición”, le oía decir en alta voz y persignándose, a una octogenaria que me acompañaba en un ingenio matancero cuando saludaba en mi presencia alguna ceiba, y me decía, que se dirigía a ésta "como a la Señora Madre de Dios".
- "Con su permiso voy a pisar su sombra”, se le advierte, pues jamás se debe pasar junto a una ceiba sin antes cumplir esta formalidad. "¡No volverle nunca la espalda, mucho respeto, mucha urbanidad con Iroko!" La sombra sagrada de Iroko no se cruza, no se pisa sin excusarse de antemano y sin solicitar respetuosamente su consentimiento. A. Z. se tendió desaprensivamente a descansar un rato bajo una joven ceiba. "No pidió permiso, ni andaba creyendo", decía él, "en tantas historietas de negros viejos”. Perdió el conocimiento. El espíritu le hizo saber qué era "fúmbe". "Simbao", - es decir, inconsciente -, estuvo más de dos horas, y desde entonces...
Cuanto más importante un hombre en la tierra, cuanto más elevada su jerarquía, más pronto al expirar irá su espíritu a refugiarse en este árbol. Los espíritus de los más ilustres, "los grandes, las cabezas grandes" - los moana mutámba - se albergan en ella: y aún más, vienen de Guinea los antepasados, los abuelos desconocidos a parar en sus ramas vigorosas. "Iroko es el punto de reunión de las almas”. "Africanos y criollos muertos, todos los difuntos se encuentran en Iroko". “Iroko es siempre una asamblea de espíritus"... "Munansó de los Fúmbe”.
"Con los espíritus del monte, de nfindo, cunánfindo y de los árboles, están los espíritus de los muertos.”
Los mayomberos como hemos visto, llaman Fúmbe a la ceiba.